martes, 12 de abril de 2011

El mundo es un escenario.

Si no recuerdo mal, era una frase de Shakespeare. Y si no lo era, me importa muy poco.
En los años más inocentes de mi vida, creía que las personas siempre eran sinceras, honestas, frontales. Con el paso del tiempo y la experiencia (aunque en palabras de Oscar Wilde: experiencia es sólo el nombre que le damos a nuestros errores), me di cuenta que no era así. Muchas de las personas con las que me he encontrado a lo largo de mi vida han sido falsas, tal vez no conmigo, pero falsas al fin. Y fue en ese momento en el que me di cuenta que pensaba que las personas eran sinceras simplemente porque yo era sincera con ellas. Pero la cosa no es recíproca, no siempre damos lo mismo que recibimos.
Esta es la razón por la que decidí quedarme con lo que me hace bien, con quienes sé con no me van a fallar. Porque dentro de unos años, cuando sea tan vieja que ya no sepa el nombre de quienes está en una foto, pueda afirmar que, sin importar su nombre, era personas honestas, que me hicieron feliz y de las que guardo muy buenos recuerdos.

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