Sin embargo, cuando los hombres hayan muerto con honor en la batalla, se te permitirá quemar la casa e inmolarte con ella, puesto que ya no la necesitarán. Pero soy de la Casa de Eorl, no una mujer de servicio. Sé montar a caballo y esgrimir una espada y no temo el sufrimiento ni la muerte.
— ¿A qué teméis, señora? —le preguntó Aragorn.
—A una jaula. A vivir encerrada detrás de los barrotes, hasta que la costumbre y la vejez acepten
el cautiverio, y la posibilidad y aun el deseo de llevar a cabo grandes hazañas se hayan perdido para siempre.
J.R.R. Tolkien (1955). El señor de los Anillos: el retorno del Rey.
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